Fuente: http://www.eleconomista.es/

Algunas opiniones se están oyendo en las últimas semanas acerca de cuál será el papel futuro que juegue el Reino Unido, y en particular Londres, en el nuevo mapa financiero mundial que parece dibujar el Brexit, y no han sido pocos los que, al albur de la confusión y de las incógnitas que se abren a partir de una situación inédita, han intentado aprovechar las circunstancias y erigir a distintas capitales europeas, como Berlín, París e incluso Madrid, en alternativa a la City. Quizás, esta toma de postura no esté mal como estrategia de marketing-país o marketing-ciudad, pero dista mucho de cómo vayan a sucederse los acontecimientos. Al menos eso pensamos algunos.

Precisamente el carácter inédito del hecho, y la complejidad jurídica y política que subyace a la decisión adoptada por el pueblo británico, haga que quizás las cosas no se resuelvan de un modo abrupto y, más bien al contrario, el interés común dicte la conveniencia de tejer acuerdos que garanticen el encaje económico y financiero de las dos piezas del puzle en el futuro.

En consecuencia, creo que nos precipitamos un poco a la hora de tasar los perjuicios económicos y de toda índole que se derivarán del ‘no’ a la UE, y creo que basar la oportunidad de ganar atractivo o competitividad en un presumible y muy hipotético eclipse del sector financiero en el Reino Unido, resulta a todas luces aventurado. En primer lugar, porque el primer factor que hace atractivo a un determinado país para que arraiguen los proyectos empresariales, incluidos los de naturaleza financiera, no es otra cosa que el marco jurídico imperante, que equivale a la mayor o menor complejidad para lograr financiación y a la mayor o menor flexibilidad y agilidad de la regulación para que las empresas puedan comenzar a operar con garantías en plazos mínimos.

En el caso particular de las fintech, esas empresas que combinan servicios de finanzas soportados por una potente base tecnológica, Londres se ha erigido en una de las principales capitales mundiales, y la razón se explica precisamente por haber sido capaz de desarrollar un marco muy atractivo que da respuesta a las necesidades de estas compañías a lo largo de todo su ciclo de vida, desde su estado embrionario, facilitando extraordinariamente los trámites jurídicos para su creación, pasando por el primer empuje financiero y una regulación flexible que se va a adaptando a las necesidades que van teniendo las empresas a lo largo de todo su proceso de desarrollo. Y todo ello sin menoscabo de la seguridad para los consumidores y usuarios.

¿Cabe pensar que un  ‘accidente’ como el Brexit desoriente tanto a una industria y a unos políticos para dejarse por el camino un sector que aporta un 9,6 por ciento al PIB nacional y genera 135.000 de puestos de trabajo (en el caso de las empresas fintech más de 60.000 puestos de trabajo cualificado y bien remunerado)? Particularmente, tengo mis dudas. En su lugar, en vez de plantear el asunto en términos de ganadores y vencedores, lo lógico sería que países continentales, entre ellos España, tomasen buena nota de esos factores y condiciones que hacen de Londres una de las principales capitales del mundo para hacer negocios, lo mismo que de esos otros que hacen que Estados Unidos o algunos países de Extremo Oriente estén a la cabeza de una regulación que facilita hacer negocios y fomenta la innovación en sus sociedades.

Hace unos días, las empresas fintech e insurtech reunidas en el seno de su asociación nacional, han anunciado que van a acometer en pocos meses un libro blanco que aglutine las mejores prácticas reguladoras vigentes en el mundo para que las iniciativas surgidas en España en este campo, que no son pocas (se calcula que en nuestro país actualmente están operativas, y en distinta fase de desarrollo, más de 150 fintech) puedan encontrar aquí, sin necesidad de emprender aventuras de exteriores, el mejor ecosistema para llevar adelante su propósito empresarial. Y esa será la mejor medida para homologarnos a los mercados más competitivos del mundo dentro de este campo.

Por cierto, con ser crucial la regulación para las fintech, resulta imprescindible revisar también el marco jurisdiccional que atañe a todas las startups, y eso incluye, probablemente, ir mucho más lejos de lo que se ha hecho hasta ahora en materia de deducciones a la inversión en este tipo de sociedades, reinversión de beneficios, eliminación de barreras a la captación de talento, como la que representa la exit tax, o la eliminación de burocracia.